Por Fernando Herrera
Supongo que a todos nos ha pasado. Tras unos cuantos años, ocurre que retornamos a una ciudad o pueblo en el que pasamos un tiempo prolongado, quizá parte de la infancia, o simplemente unos meses de estudio, o de trabajo. Recorremos sus calles con un cierto punto de nostalgia, y siempre aflora el comentario: "anda, pues aquí había una cafetería, y fíjate, ahora hay una tienda de ropa", "aquí venía con los amigos a tomarme un helado; qué pena, ahora es una discoteca", "vaya, han cerrado el cine al que solíamos venir"...
Son los resultados del proceso de emprendimiento que caracteriza al ser humano y que se manifiesta con todo su esplendor en el libre mercado. Gracias a los emprendedores, enormes cantidades de recursos son movidas de unos usos a otros, buscando incesantemente su asignación a los mejores usos para los congéneres. Con la esperanza de que tal mejor uso revierta en mayores beneficios para el innovador.
Es por eso que la cafetería cede el paso a la tienda de ropa, y la heladería a la discoteca, o se cierra el cine. Pasa el tiempo, cambian los gustos de las personas o simplemente, los emprendedores son capaces de identificarlos mejor. Alguien se dio cuenta de que en el local que estaba la cafetería, por su situación o por otras razones, se podría obtener un mayor beneficio vendiendo ropa. Y procedió a arriesgar sus recursos, quizá el propio local, para ver si se cumplía su visión.
Otro emprendedor pensaba que la gente querría ver películas en gran formato, decidió montar un local de cine, y, con el tiempo, se dio cuenta de que se había equivocado en su planteamiento. No es que la gente no quisiera ver películas, pero no estaba dispuesta a pagar por ello una cantidad que compensara al empresario los desembolsos realizados. Dicho de otra forma, el empresario estaba usando mal los recursos escasos al dedicarlos a una actividad no valorada suficientemente por sus congéneres.
Y así avanza la sociedad.
Alguien puede pensar, tal y como se ha descrito, que estamos ante un proceso lento, pues lleva tiempo adecuarse a las necesidades de la sociedad. Recuérdese el punto de partida: "tras unos cuantos años..."
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. El proceso emprendedor es rapidísimo, increíblemente rápido si tenemos en cuenta el volumen de recursos que se mueven. Si eliminamos de la descripción anterior el efecto nostalgia, y nos vamos de paseo por nuestra ciudad de residencia, podremos constatar que no han de pasar años para que los locales cambien de uso. Un buen día vemos que la tienda de abajo ha cerrado; a la semana, vemos unos cuantos albañiles dentro de ella, y en otra semana, se abre un bar de nuevo diseño. Hay veces que uno se lleva sorpresas dentro de su propia manzana.
Los emprendedores son rápidos y eficaces. Tan rápidos como pueden: están adelantando pagos para hacerse con los recursos que necesitan para llevar a cabo su idea, y quieren experimentarla cuanto antes. Va en su interés saber en el menor tiempo posible si tendrán éxito o no, si han acertado en sus previsiones respecto a las necesidades de sus conciudadanos.
De hecho, los mayores obstáculos a la velocidad de los emprendedores no tienen mucho que ver con el mercado, sino con su regulación y la intervención de las administraciones públicas. Probablemente, la mayor componente en el retraso del nuevo bar habrá sido la concesión del permiso de obras, o de la licencia para expedir bebidas alcohólicas, o darse de alta en el registro que corresponda. Pues ninguna de las personas de las que dependen estas concesiones están guiadas por el mismo principio; para estos funcionarios, los retrasos no significan ninguna pérdida.
Cuando uno observa la crisis económica en que estamos metidos, y lee los pronósticos sobre todos los años que nos quedan por sufrir antes de ver su final (toma mensaje esperanzador para los 4 millones de parados que ya pueblan nuestras calles), uno no puede evitar fijarse en estos rápidos cambios de uso para los locales.
De la crisis económica, solo hay salida por una vía, y no es la "social": es la vía del emprendimiento, que será capaz de llevar los recursos, ahora utilizados mal, a sus usos correctos. Y encima lo hará en mucho menos tiempo del que imaginamos, pues es un proceso muy rápido.
Gobiernos, liberen de sus cadenas al proceso emprendedor (o sea, dejen de intervenir en el mercado); libérennos de esta crisis.
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