Por José Raúl González Merlo
Los gobiernos apuestan a que el planeta saldrá de la crisis económica, si tan solo inyectamos la suficiente cantidad de fondos. La reciente reunión del llamado G20 reafirma lo anterior, al comprometerse a entregar mil millardos de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI). Algo similar se dará con el Banco Interamericano de Desarrollo. Ambos se encargarán de repartirlo (en préstamos) para acabar con la crisis. ¡Estamos de vuelta!, exclamó el director del FMI. La pregunta es ¿qué tiene que ver el dinero con la creación de riqueza?
El poder adquisitivo del dinero quedó politizado desde que los gobiernos abandonaron el patrón oro y forzaron a los ciudadanos a adoptar un modelo de papel moneda sin respaldo. Gobiernos y bancos centrales de cada país se encargan, desde entonces, de aumentar o disminuir, a su discreción, la cantidad de dinero en la economía.
Si usted cree que es rico solo porque tiene un montón de papeles, está a una espiral inflacionaria de descubrir lo equivocado que se encuentra. La historia se repite. Los gobiernos y las instituciones multilaterales se preparan a “estimular la demanda”, mediante una masiva impresión de billetes y la deuda que creará la temporal ilusión de que dinero es igual a riqueza.
Lamentablemente, el dinero no es más que un montón de papel cuya utilidad depende de que la gente siga creyendo en su valor como medio de intercambio. Al ritmo en que los gobiernos incurran en déficits fiscales e impriman billetes para financiarlos, estamos por ver cuánto tiempo más dura ese acto de fe. Los chinos, por ejemplo, principales tenedores de la deuda del gobierno federal estadounidense, ya dieron la primera muestra de preocupación respecto del poder adquisitivo de sus inversiones, representadas en bonos del tesoro del Gobierno de EE. UU. Quizás ya comenzaron a darse cuenta —algo tarde— de que ni los gobiernos ni los bancos centrales son fuente de riqueza.
Esto sólo es potestad del pueblo. Los ciudadanos tenemos pocos mecanismos de defensa cuando el poder político también detenta el poder de destruir el dinero. La inversión en bienes reales, como terrenos, edificios y bienes muebles, son opciones que pueden protegernos frente a una inflación y devaluación. Lo más importante, para comenzar, es no dejarnos engañar por los políticos y burócratas internacionales. La simple impresión de dinero o la mera adquisición de deudas públicas no es fuente de riqueza. No existe tal cosa como el “financiamiento del desarrollo”.
Las naciones saldremos de la pobreza cuando el Gobierno deje de ser un lastre y se convierta en una institución que defienda y proteja la vida, la libertad y la propiedad de sus ciudadanos. Si no pueden hacer lo básico, menos podrán hacer lo demás.
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