domingo, 5 de diciembre de 2010

Injusta Prosperidad Artificial

La ciudad de Ambato se ha convertido, según nos dicen, en la muestra empírica de las bondades del modelo proteccionista aplicado por el gobierno ecuatoriano. Al parecer la sustitución de importaciones ha hecho de la ciudad una joya: tiene bajo desempleo y su industria florece. Específicamente el caso de éxito se centra en su industria de calzado.

Es indudable que la industria del calzado crece como nunca gracias a los aranceles impuestos a las importaciones de zapatos desde el extranjero. Imponer un arancel a productos que podríamos importar de afuera beneficia a la industria nacional que fabrica ese producto; incluso si la industria nacional que fabrica ese producto es muy ineficiente y sus precios poco competitivos.

Dada esta ventaja artificial quien resulta perjudicado es el consumidor. Miles de consumidores tendrán que pagar más por un producto de calidad inferior o a un precio mayor al que podría encontrar en un mercado libre de aranceles. El perjuicio esta distribuido en los miles de consumidores de zapatos a nivel nacional. Las medida proteccionista protegerá a centenas o decenas de productores. Esto no hace más que propiciar la desigualdad dándole un mercado cautivo a uno o varios empresarios.

Parafraseando a Frederic Bastiat, el agudo intelectual francés del siglo XIX, este es el típico caso donde lo que “se ve” está concentrado en unos pocos beneficiarios y es fácil de identificar y lo que “no se ve” es decir el perjuicio esta disperso en muchos afectados y es difícil de identificar.

Henry Hazlitt en su libro “La Economía en Una Lección” nos indica que aparte de los consumidores existe un segundo grupo de afectados por esta medida, otros empresarios:

El arancel ha sido definido como un medio de beneficiar al productor a expensas del consumidor. Ello es correcto en un sentido. Los partidarios del arancel piensan solamente en los intereses de los fabricantes directamente beneficiados por los derechos de que se trata. Olvidan, desde luego, el interés del consumidor, al que directamente perjudica el pago de tales gravámenes. Pero es equivocado examinar el problema arancelario como si se tratase de un conflicto de intereses entre consumidores y fabricantes, considerados en su conjunto. Es cierto que los aranceles perjudican a todos los consumidores en cuanto tales. Pero es equivocado suponer que benefician a todos los fabricantes en cuanto tales. Por el contrario, como acabamos de ver, subvencionan a los fabricantes protegidos a expensas de todos los demás fabricantes nacionales y particularmente de aquellos que poseen un mercado potencial de exportación más amplio.

Ilustremos con un ejemplo lo que indica por Hazlitt, digamos que por ejemplo los aranceles elevan una cantidad de dólares a todos los pares de zapatos, adicionalmente el precio de los zapatos nacionales sube porque los empresarios tienen un mercado cautivo. En resumen el ecuatoriano deberá desembolsar un monto mayor de sus ingresos para comprar zapatos. En otras palabras lo que esta a la vista es todos los puestos de trabajo que no crearon o se destruyeron cuando se dejar de consumir bienes y servicios con ese dinero extra que le quedaba al consumidor al adquirir un par de zapatos importados baratos. Antes con el mismo dinero que compraba un par de zapatos y unas medias, ahora solo nos alcanza para los zapatos.

Esto hace más pobre al consumidor pues tendrá solo los zapatos (posiblemente de menor calidad) y si quiere las medias tendrá que abonar dinero extra, también hace más pobre al comerciante de las medias que verá reducidas sus ventas o al desempleado que podría haber sido empleado en la industria de medias.

Los teóricos del proteccionismo que es el otro nombre para el mercantilismo, el corporativismo o la sustitución de importaciones justifican sus medidas indicando que al importar productos del exterior las industrias nacionales son afectadas en sus ingresos y por ende el desempleo aumenta. Hay dos aclaraciones a esta verdad; la primera para contrarrestar este efecto la industria nacional, ya sin la protección artificial del Estado, deberá ofrecer un mejor producto a un menor precio; pues solo así se convertirá en la primera opción de compra para los consumidores ecuatorianos. La única manera de hacerlo es siendo más competitivos y eficientes. Otra opción es que se dediquen a producir algo en lo que si puedan competir.

Si no podemos competir con los chinos en zapatos, juguetes y baratijas; debemos cerrar esas industrias en el Ecuador y dedicarnos a producir lo que nos resulte más ventajoso y en lo que seamos más productivos. Debemos aprovechar la división del trabajo global que nos permite comprar al menor precio posible un bien o servicio.

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La segunda, efectivamente un mercado libre produce perdedores específicamente los trabajadores y empresarios ligados a las industrias que no pueden competir con los productos fabricados en el extranjero. Pero en este caso tenemos dos claros beneficiarios: los consumidores que conseguirán un producto a un mejor precio por lo cual tendrán mas dinero en su bolsillo para destinarlo a consumir otros bienes o servicios. De esta manera se benefician los empresarios y trabajadores que producen otros productos y servicios a los que los consumidores destinarán su dinero extra. No existe un aumento del desempleo sino un desplazamiento de los trabajadores de las industrias afectadas, por ejemplo la del calzado, a las empresas cuyas actividades se verán beneficiadas.

La realidad es que se esta engañando a mucha gente haciéndole creer que al limitar las opciones de compra de los consumidores por arte de magia aparecen productivos empresarios que a su vez disminuyen el desempleo al contratar empleados. Esta prosperidad artificial, un verdadero juego de suma cero, solo favorece a sus directos implicados pero empobrece al país como conjunto. Nuevamente cito a Henry Hazlitt:

Hemos visto que el sobreprecio que los consumidores pagan por un artículo protegido reduce en una suma igual su capacidad adquisitiva para comprar otros artículos. No se deriva de ello ganancia alguna para la industria del país considerada en su conjunto. Pero como resultado de tal barrera artificial levantada contra los productos extranjeros, el trabajo, el capital y la tierra son desviados de las producciones más rentables a otras que ofrecen menores perspectivas. Por lo tanto, como consecuencia de los obstáculos arancelarios, la productividad media del trabajo y del capital nacional queda reducida.

Como conclusión todo arancel favorece a pocos interesados a cambio de perjudicar a un número grande de consumidores que estará tan disperso como para tomar cartas en el asunto y reclamar al respecto. El beneficio debería estar del lado del consumidor, que somos todos, mas no del productor con conexiones políticas. Si en verdad no se quiere favorecer a grupos de presión determinados se debería apoyar un verdadero libre mercado sin aranceles, cuotas de importación u otras barreras al comercio. No se debería dar protección artificial a industrias nacionales ruinosas que sin esta no durarían mucho tiempo en el mercado a costa de otras empresas más eficientes y competitivas.

viernes, 3 de diciembre de 2010

¿Qué le ha hecho el Gobierno a nuestras familias? (2/2)

Se puede ver la primera parte de este artículo aquí.

Entre 1935 y 1975, la agenda interna de los Myrdals guió a trompicones la evolución del Estado de bienestar sueco. Los períodos de activismo político y burocrático de 1935 a 1938, de 1944 hasta 1948, y de 1965 hasta 1973, fueron interrumpidos por la evidente y tenaz resistencia de la población sueca, o por restricciones presupuestarias que retrasaron su plena aplicación. Sin embargo, al final del proceso, la mayoría de los elementos de la agenda de la familia Myrdal estaban en su lugar.

¿Cuáles fueron los resultados concretos? Con la familia despojada, por mandato del Estado de todas las funciones productivas, de todas las funciones de seguro y el bienestar y de casi todas las funciones del consumo, causó poca sorpresa que cada vez menos suecos decidieran vivir en familia. La tasa de nupcialidad cayó a un mínimo histórico entre las naciones modernas, mientras que la proporción de adultos que vivían solos se disparó. En el centro de Estocolmo, por ejemplo, las dos terceras partes de la población vivían en hogares unipersonales a mediados de la década de 1980. Con los costos y beneficios de los niños totalmente socializados y con los beneficios económicos naturales de los matrimonios deliberadamente eliminados por ley, el sostenimiento de los niños fue separado también del matrimonio: en 1990, más de la mitad de los nacimientos suecos se encontraban fuera del matrimonio.

También los niños disfrutaron como "derechos" una parcela grande de beneficios aportados por el Estado: atención médica y dental gratuita, transporte público abundante y barato, comidas gratis, educación gratuita e incluso "defensores del niño" estatales a su disposición para intervenir cuando los padres excedieran sus límites. Los niños tampoco necesitaban de una "familia": el Estado ahora se desempeñaba como su padre real.

En efecto, el sociólogo de la Universidad de Rutgers David Poponoe sugiere que el término "Estado de bienestar" no hace justicia a esta forma de total dependencia personal en el gobierno. En su lugar, utiliza la etiqueta, "sociedad clientelista", para describir a una nación "en la que los ciudadanos son mayoritariamente clientes de un grupo grande de empleados públicos que se ocupan de ellos durante toda su vida."

En Suecia, las personas mayores son "libres" de la potencial dependencia sobre sus hijos mayores; bebés, niños pequeños y adolescentes son "libres" de la dependencia de sus padres para la protección y apoyo básico; los adultos son "libres" de las obligaciones significativas ya sea para sus padres biológicos, o para sus hijos, y los hombres y las mujeres son "libres" de cualquiera de las promesas mutuas, alguna vez incorporadas en el matrimonio. Esta "libertad" ha venido a cambio de una dependencia universal y común con el Estado, y la burocratización casi completa de lo que había sido la vida familiar. Von Mises tenía razón: demostró que aquí no existe "camino medio", más bien, Suecia representa una versión más completa y por lo tanto más opresiva del doméstico orden socialista, una que supera en su integridad incluso a la de la Unión Soviética. Pero el Estado moderno de bienestar sueco contiene sus propias contradicciones, problemas que están llegando a un primer plano.

Para empezar, la "contradicción demográfica" del Estado del bienestar no es tan fácil de desterrar. En un orden democrático de búsqueda de rentas, los que controlan el mayor número de votos disfrutan de una mayor ganancia. Incluso en Suecia, sigue siendo cierto que votan los mayores mientras los niños no lo hacen. Mientras que en Suecia la "política familiar" ha sido lo suficientemente eficaz como para destruir a la familia como una entidad independiente, no ha tenido éxito en poner fin al flujo neto de los programas estatales y los ingresos de los relativamente jóvenes a los relativamente viejos.

En segundo lugar, el estado clientelista no puede proporcionar toda la atención necesaria en una sociedad, simplemente porque sería demasiado costoso. Sin embargo, al mismo tiempo, las familias en el Estado de bienestar son sancionadas cuando prestan atención a los suyos por cuenta propia, porque con ello renuncian a los beneficios de la atención pública y son recompensados con la atención pública sólo cuando dejar de dar atención basada en la familia. El oficial del Estado de bienestar danés Bent Andersen explicó el problema de esta manera:

El estado del bienestar racionalmente fundado tiene una contradicción intrínseca: para poder cumplir con las funciones previstas, los ciudadanos deben abstenerse de explotar a su máximo los servicios y prestaciones, es decir, deben comportarse irracionalmente, motivados por controles sociales informales, que sin embargo, tienden a desaparecer a medida que crece el Estado de bienestar.

Esta contradicción ha sido la fuerza impulsora detrás de la reciente rebelión contra el estado clientelista moderno, una rebelión que comenzó (entre los países escandinavos) en Dinamarca y Noruega a través del éxito electoral de los partidos anti-estatistas Progreso, y que ahora se ha extendido a Suecia. Apenas el mes pasado, los socialdemócratas suecos sufrieron una derrota política importante, perdieron el poder en las elecciones nacionales a favor de una coalición de centro-derecha, unidos por un compromiso común para reducir el Estado de bienestar. Particularmente sorprendente fue la aparición de dos nuevos partidos, que ganaron bloques de escaños en el Riksdag sueco (o Parlamento) por primera vez.

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La primera de ellas, la Democracia Cristiana, hizo del lamentable estado de la vida familiar sueca su tema central de plataforma. Hicieron un llamamiento para una reducción en la interferencia burocrática en las relaciones familiares, y el fin de los incentivos estatales que alientan los nacimientos fuera del matrimonio y desalientan el cuidado de los padres hacia los niños. El otro partido, llamado la Nueva Democracia, combina temas libertarios de fuertes reducciones fiscales, fuertes reducciones de beneficios, y el fin de la ayuda extranjera con medidas destinadas a frenar la inmigración. En conjunto, estos nuevos grupos mantienen el equilibrio del poder parlamentario. La eliminación de las prestaciones sociales rara vez ha tenido éxito en cualquier país moderno, pero por primera vez desde 1930 los suecos tienen la oportunidad de recuperar un cierto grado de autonomía familiar y libertad personal.

Por todos los signos, entonces, parecería que el modelo sueco, "el camino del medio", la tercera opción, ha sido desacreditado en el momento mismo que el comunismo, la “otra” vía, se ha derrumbado. Desafortunadamente, sin embargo, el modelo sueco vive y pronto puede prosperar en los Estados Unidos, donde la lógica y los argumentos utilizados por el Myrdals en la década de 1930 están a punto de tener éxito político.

En un volumen de 1991, titulado “When the Bough Breaks”, emitido por Basic Books (la editorial preeminentemente neo-conservadora), la economista Sylvia Ann Hewlett, escribe: "En el mundo [moderno], no sólo son los niños "inútiles" para sus padres, ellos implican grandes gastos de dinero. Las estimaciones del costo de criar a un hijo están en el rango de $ 171.000 a $ 265.000. A cambio de esos gastos, "se espera un niño provea amor, sonrisas y satisfacción emocional," pero no dinero o trabajo. "

Continúa: "Lo que nos lleva a un dilema crítico en América Esperamos que los padres gasten cantidades extraordinarias de dinero y energía en la crianza de sus hijos, cuando es la sociedad en general la que recoge las recompensas materiales Los costos son privados, los beneficios son cada vez más… públicos.... En la edad moderna, confiar en la vinculación irracional de los padres para financiar la empresa de criar niños es un negocio arriesgado, temerario y cruel. Es hora de que aprendamos a compartir los costos y las cargas de la crianza de nuestros hijos. Es tiempo para tomar parte de la responsabilidad colectiva para la próxima generación."

Hewlett va a diseñar una nueva agenda para América, incluyendo el permiso parental mandatorio, acceso gratuito garantizado a la atención de salud materno-infantil, la provisión estatal de cuidado infantil de calidad, más "inversión en educación," importantes subvenciones para vivienda de familias con niños, y así sucesivamente.

¿Le suena familiar? Debería, estos son los argumentos básicos y el orden del día propuestos para los suecos por Alva y Gunnar Myrdal, en 1934, aunque despojados de su más radicales retórica abiertamente socialista. Sin embargo, este es un libro que llevó al Presidente (retirado) de Procter and Gamble, Owen Butler, a afirmar que: "La conclusión es ineludible, a menos que invirtamos más sabiamente en nuestros niños hoy en día, el futuro económico y social de la nación está en peligro. " Estos son también los argumentos que están dominando la llamada “nueva política de los niños” en Washington.

Al mismo tiempo, "la política social de prevención" se ha convertido en el grito de guerra de otros proponentes americanos del cambio. Los argumentos suenan familiares: la ayuda de los funcionarios del Estado al principio de la vida es más económico y más eficaz que la ayuda más tarde, mientras más larga es la espera antes de descubrir los síntomas de estrés más costoso será; las intervenciones tempranas presentan el problema de toda inversión en crecimiento el cual es que los dividendos vendrán después ", etc, etc. Todo esto suena razonable de cierta manera, pero el producto final será una pesadilla burocrática del gobierno y la virtual destrucción de la familia en América.

En el informe de septiembre de la Junta Consultiva sobre el Maltrato y el Abandono Infantil en EE.UU se capta el sabor de este inminente nuevo orden americano. Este panel, nombrado exclusivamente por los gobiernos de Reagan y Bush, denomina al abuso infantil una "emergencia nacional", y añade: "Ningún otro problema puede ser igual en su poder para causar o exacerbar una serie de males sociales." La principal conclusión del informe es que los gobiernos federal y estatal han dedicado demasiado tiempo a la investigación de casos sospechosos de abuso, sino que el gobierno federal debe centrarse en la prevención del abuso y el abandono antes de que sucedan. La Junta recomienda que el Gobierno Federal desarrolle de inmediato un programa nacional de "visitas domiciliarias" a todos los nuevos padres y sus bebés por los trabajadores de salud del gobierno y los investigadores sociales, que identificarán a los abusadores potenciales y los ayudarán.

Además de este planteamiento de un "burócrata de bienestar en cada hogar", la Junta hace un llamamiento para una "política nacional de protección de la infancia", donde el gobierno federal garantice el derecho de todos los niños a vivir en un ambiente seguro con herramientas apropiadas para su aplicación.

Hewlett esta en lo correcto, por supuesto, acerca de las fallas en la seguridad social estadounidense existente: hemos socializado el valor económico de los niños pero hemos dejado los costes individuales a los padres. Los Estados Unidos en 1991, como Suecia en 1934, tienen una versión incompleta del modelo de Estado de bienestar puro. Ella acierta también al indicar que esto tiene un precio: el número de niños estadounidenses nacidos cada año dentro del matrimonio se ha estancado a lo largo de los años ochentas a un nivel del 30 por ciento por debajo de la tasa de crecimiento cero. Los estadounidenses simplemente no están invirtiendo su tiempo y su dinero en más de uno o dos niños, en gran parte porque no es digno de su tiempo. (La tasa de natalidad general, es cierto, ha subido un poco, pero esto se debe enteramente a la fuerte alza en el número de los nacimientos fuera del matrimonio de 665.000 en 1980 a más de 1.000.000 en 1990, estos nacimientos al parecer son subvencionados por el sistema de bienestar también.)

Pero hay una alternativa a la "solución sueca". Es una de la que la Dra. Hewlett se niega a hablar, y es la que los Myrdals calificaron de "más allá del debate razonable" hace sesenta años. Esta opción se llama "sociedad libre", en donde en lugar de completar el sistema de bienestar estatal clientelista mediante la extensión de los tentáculos burocráticos completamente alrededor de los niños, en lugar desmantela lo que ya lo han hecho. El programa es simple, radical y pragmáticamente anti-burocrático:

- Acabar con la educación obligatoria y controlada por el Estado, dejando la formación y educación de los hijos a sus propios padres o tutores legales.

- Abolir las leyes de trabajo infantil, una vez más razonando que los padres o tutores son los mejores jueces de los intereses y el bienestar de los niños, mucho mejor que cualquier combinación de los burócratas del Estado.

- Desmantelar el sistema de Seguridad Social, dejando la protección o la seguridad en la vejez que se proporcionen nuevamente por los individuos y sus familias.

Estos actos restauraran los beneficios económicos de los niños hacia los padres, y así podrán poner fin a la contradicción anti-niños que está en el centro del incompleto Estado de bienestar.

La mayoría de los comentaristas responden que estas acciones serían imposibles, inconcebibles en una sociedad industrial moderna. Teniendo en cuenta las realidades y complejidades del mundo moderno, dirán que el resultado será el caos si nos ocupamos en estas actividades reaccionarias.

Mi respuesta sería apuntar a grupos dispersos en los Estados Unidos, que por algún capricho histórico sorprendente o algún milagro político, todavía habitan una de las pocas "zonas de libertad" que sobreviven bajo ese régimen "imposible".

Un ejemplo inesperado pero interesante es el de los Amish, que vencieron las amenazas del gobierno a sus prácticas especiales de educación limitada (es decir, la escuela sólo por profesores Amish y sólo hasta el octavo grado), que hacen un uso intensivo de mano de obra infantil y que evitan por principio la Seguridad Social (así como la asistencia social del gobierno a las granjas). No sólo los Amish han logrado sobrevivir en un entorno de mercado industrial, sino que han prosperado. Sus familias son tres veces más grandes que el promedio americano. Cuando enfrentan una competencia leal, sus fincas producen beneficios en "momentos buenos y malos."

Su tasa de ahorro es extraordinariamente alta. Sus prácticas agrícolas, desde cualquier punto de vista ambiental, son ejemplares, marcada por una gestión comprometida de la tierra y la evitación de los productos químicos y fertilizantes artificiales. En un momento en que el número de agricultores estadounidenses ha caído fuertemente, las colonias agrícolas amish se han extendido ampliamente, desde una base en el sureste de Pennsylvania a Ohio, Indiana, Iowa, Michigan, Wisconsin y Minnesota.

Es cierto que relativamente pocos estadounidenses contemporáneos optan por vivir como los Amish, dada una verdadera libertad de elección. Por otra parte, nadie puede estar seguro de lo que Estados Unidos sería si los ciudadanos fueran liberados de la norma burocrática sobre las familias que comenzó a imponerse aquí hace más de cien años, comenzando con el auge de la escuela pública obligatoria.

Sin embargo no tengo absolutamente ninguna duda que bajo un régimen de verdadera libertad las familias serían más fuertes, los niños más abundantes y los hombres y mujeres más felices y contentos. Para mí, eso es suficiente.

[Publicado el 06 de enero 2004, a partir de un documento que fue escrito e impreso en 1991]

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Allan Carlson, autor de "El experimento de Suecia en la política familiar y de Familia: Reflexiones sobre la crisis social americana”, es presidente del Howard Center en Rockford, Illinois. Escribió este artículo para la conferencia Williamsburg del Instituto Mises sobre "La economía política de la burocracia." Allan@profam.org

lunes, 29 de noviembre de 2010

¿Qué le ha hecho el Gobierno a nuestras familias? (1/2)

por Allan Carlson

El destino de las familias y los niños en Suecia muestra la verdad de la observación de Ludwig von Mises de que "no hay compromiso" posible entre el capitalismo y el socialismo. Aquí muestro cómo el crecimiento del estado de bienestar se puede ver como la transferencia de la función de "dependencia" de las familias a los empleados estatales. El proceso comenzó en Suecia en el siglo 19, a través de la socialización del tiempo económico de los niños a través de asistencia a la escuela, la prohibición del trabajo infantil, y las leyes estatales de pensión por vejez. Estos cambios, a su vez, crearon incentivos para tener solo unos pocos, o ningún hijo. En la década de 1930, los socialdemócratas Gunnar y Alva Myrdal utilizaron la consiguiente "crisis de despoblación" para argumentar a favor de la plena socialización de la crianza de los hijos. Su "política familiar", implementada durante los próximos cuarenta años, casi destruyó a la familia autónoma en Suecia, sustituyéndola por una "sociedad cliente", donde los ciudadanos son clientes de los empleados públicos. Mientras que ahora Suecia está tratando de salir de la trampa del Estado de Bienestar, los viejos argumentos de la socialización de los niños han llegado a los Estados Unidos.

En su volumen corto, Burocracia, Ludwig von Mises señala que el socialismo moderno "sostiene al individuo en estricto control desde el vientre a la tumba", mientras que "los niños y adolescentes están firmemente integrados en el aparato de control global del Estado." En otro contexto, el contrasta "el capitalismo" con el "socialismo", y concluye: "No hay compromiso posible entre estos dos sistemas contrario a la falacia popular no hay un término medio, no es posible un tercer sistema como un modelo orden social permanente". Mis observaciones se centran en la validez de esta última declaración, viéndola a través de la suerte de la familia y los niños en el Estado moderno sueco, quintaesencia del Estado "termino medio".

Al observar a  Suecia, nos encontramos con un caso clásico de la manipulación burocrática para destruir el principal rival del Estado como foco de lealtad: la familia. Viendo esta rivalidad entre el Estado y la familia, es importante entender que un nivel básico de "dependencia" es constante en todas las sociedades. En toda comunidad humana, hay bebés y niños, personas de edad muy avanzada, individuos que tienen discapacidades severas, y otras personas que están gravemente enfermos. Estas personas no pueden cuidar de sí mismos. Sin la ayuda de otros, morirían. Toda sociedad debe tener una forma de cuidar a estos dependientes. Bajo el dominio de la libertad, la institución natural de la familia (junto con el apoyo de las comunidades locales y organizaciones voluntarias), proveen la protección y el cuidado que estos "dependientes" necesitan. De hecho, es en la autonomía de la familia-y sólo en la familia-donde el principio socialista puro realmente funciona: a cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades.

El aumento del estado de bienestar se puede describir como la transferencia constante de la función de "dependencia" de la familia al estado; de personas unidas por lazos de sangre, matrimonio o adopción a personas ligadas a empleados públicos. El proceso se inició en Suecia a mediados del siglo 19, a través de proyectos burocráticos que comenzaron a desmantelar los vínculos entre padres e hijos. En el modelo clásico, la primera afirmación del control estatal de los niños se produjo en la década de 1840, con la aprobación de una ley de asistencia escolar obligatoria. Si bien fue justificada como una medida para mejorar el conocimiento y el bienestar de la gente, la dinámica más profunda era la socialización de tiempo de los niños, a través de la hipótesis de que los burócratas funcionarios del Estado, el reino de Suecia, sabían mejor que los padres cómo deben pasar los niños el tiempo, y que de los padres no se podía esperar confiar para proteger a sus niños de la explotación.

El siguiente paso llegó en 1912, con la legislación que prohibió el trabajo infantil en las fábricas, y hasta cierto punto en las granjas. Una vez más, el supuesto implícito era que los funcionarios del estado de bienestar son mejores jueces de la utilización del tiempo de los niños, y tienen más compasión hacia los niños que los padres tienen o pudieran tener.

El paso final llegó casi al mismo tiempo, cuando el gobierno sueco puso en marcha un programa de jubilación o pensiones de jubilación que rápidamente se convirtió en universal. El acto fundamental aquí es la socialización de otra función de la dependencia, esta vez, la dependencia de la "viejos" y los "débiles" en los adultos maduros. Por eternidades, el cuidado de los ancianos ha sido un asunto de familia. En adelante, sería la preocupación del estado. Tomando todas estas reformas en conjunto, el efecto neto fue el socializar el valor económico de los niños. La economía natural de la familia, y el valor que los niños habían traído a sus padres, ya sea como trabajadores en la empresa familiar o como "póliza de seguro" para la vejez fue despojado. Los padres se quedaron todavía con los costos de crianza de los hijos, pero la ganancia económica que eventualmente representaría había sido tomada por "la sociedad", es decir, el Estado burocrático.

El resultado previsible de este cambio, como un economista de la "Escuela de Gary Becker," le diría, sería una disminución de la demanda por niños, y eso es exactamente lo que ocurrió en Suecia. A partir de finales de 1800, la fertilidad sueca entró en caída libre y en 1935, Suecia tuvo la menor tasa de natalidad en el mundo, por debajo del nivel de crecimiento cero, donde una generación sólo se las puede arreglar para reemplazarse a sí misma.

La teoría estándar de la transición demográfica ha sido durante mucho tiempo que esta caída en la tasa de natalidad era la consecuencia necesaria e inevitable de la industrialización moderna: que los incentivos de una economía capitalista perturban las relaciones familiares tradicionales. Si bien es cierto que la estructura familiar tradicional se enfrenta a un nuevo tipo de estrés en la sociedad industrial, trabajos más recientes sugieren que el mayor desafío-de hecho-se deriva del crecimiento del Estado.

Observando la experiencia de muchas naciones, el demógrafo de la Universidad de Princeton Norman Ryder, rastreó la causa central común de disminución de la fecundidad a la introducción de la educación pública masiva. "La educación de las generaciones jóvenes es una influencia subversiva", dice. "Las organizaciones políticas, como las organizaciones económicas, demandan lealtad y tratan de neutralizar el particularismo de la familia. Hay una lucha entre la familia y el estado por la mente de los jóvenes", donde la escuela pública obligatoria sirve como "el principal instrumento para la enseñanza de la ciudadanía en una apelación directa a los niños sobre las cabezas de sus padres." Confirmando la validez universal del ejemplo sueco, Ryder añade que si bien la educación obligatoria eleva el costo a los padres de los niños, la prohibición de trabajo infantil reduce aún más su valor económico. Por otra parte, un sistema estatal de seguridad social reduce los vínculos naturales entre las generaciones de una familia en otro sentido, dejando en primer lugar al Estado como el nuevo lugar de lealtad.

Si bien el sistema de familia de una nación puede reorganizarse, por un tiempo, alrededor de la unidad de reproducción nuclear "marido y mujer", incluso esa base de independencia finalmente se disuelve. El resultado final de la intervención estatal, Ryder señala, es cada vez menor fertilidad, con las personas viviendo solos una relación de dependencia con el gobierno.

Las contradicciones inherentes a esta forma de organización social llenaron Suecia a principios de 1930. Con la tasa de natalidad habiendo caído por debajo del nivel de crecimiento cero, los conservadores suecos reaccionaron de forma frenética sobre la "amenaza de la despoblación," y la desaparición de niños suecos. Estas voces argumentaron que la raíz del problema era la dislocación espiritual, o el declive del cristianismo, o el aumento del materialismo, o el egoísmo personal. Nadie, ni una sola alma en la derecha política se centró en los problemas que se recogen en la legislación educativa y social de los últimos 90 años. Así mientras la "crisis demográfica" se extendía en Suecia, la oportunidad estaba madura para la demagogia y la explotación.
En esta situación transitaron dos jóvenes científicos sociales suecos, Gunnar Myrdal y su esposa, Alva Myrdal. Antes de pasar a su uso y abuso de la cuestión de la población, permítanme decir unas cuantas cosas sobre su origen y las influencias ejercidas sobre su trabajo.

El paternalismo burocrático ha tenido una larga historia en Suecia, con raíces en el aparato estatal construido por los Reyes Vasa en el siglo 16, fue avanzado a través de la trituración de la autonomía regional en la estela de la fracasada revuelta de Nils Dacke en la década de 1540. Sin embargo, los Myrdals representaban algo nuevo, y "muy del siglo 20." Ellos eran los científicos sociales, intelectuales de la academia, dedicados a un nuevo tipo de activismo estatal. Como Alva Myrdal se explicó: "La política ha sido ahora... sometida al control de de la lógica y los conocimientos técnicos y así se ha visto obligada a convertirse, en esencia, en ingeniería social constructiva."

En segundo lugar, a pesar de que los estadounidenses han sido acosados por los reiterados comentarios sobre la sabiduría del "modelo sueco", es importante observar cómo gran parte del estado de bienestar sueco se basaba en la experimentación en América. Ambos Myrdals pasaron el año académico 1929-1930, los últimos meses de "Era Progresista", en un viaje a Estados Unidos, las becas fueron proporcionadas por el Laura Spelman Rockefeller Foundation. Durante este tiempo, Alva Myrdal cayó bajo la influencia de la llamada "escuela de Chicago de la sociología." William Ogburn, en particular, la impresiono con su opinión de que el Estado y la escuela habían crecido inevitablemente a costa de la familia, y que la familia se enfrentaba a una progresiva "pérdida de funciones", ya que se retiró de la necesidad histórica a una preocupación exclusiva con la personalidad. Alva Myrdal pasó un tiempo considerable en el Instituto de Desarrollo Infantil de la Universidad de Columbia y visitó preescolares experimentales y guarderías que operaban con subvenciones de la Fundación Rockefeller, ejemplos de paternidad social que la impresionaron profundamente.

Por su parte, el trabajo de Gunnar Myrdal en Columbia y en la Universidad de Chicago le hizo consciente del potencial político enorme que encontraría en Suecia con el emergente debate sobre la "Crisis de Población".

En un importante artículo de 1932, "El dilema de política social," para la revista de vanguardia sueca, Spektrum, Gunnar Myrdal puso el dedo en la palanca de la política necesaria. Comenzó delineando el compromiso en Europa antes de 1914 de un "socialismo infundido de liberalismo" con un " liberalismo infundido de socialismo." Bajo este acuerdo, dijo, el liberalismo del siglo 19 había abandonado su pesimismo malthusiano y el dogmatismo de libre mercado y en su lugar había abrazado la necesidad de reformas para proteger a los trabajadores, mientras que los socialistas habían renunciado a los objetivos de la revolución y la redistribución masiva de la propiedad, expresando su satisfacción con medidas incrementales para ayudar a la clase obrera.

La Primera Guerra Mundial, sin embargo, había roto este compromiso. Myrdal declaró que el liberalismo clásico había muerto y sus partidarios diseminados. También argumentó que era necesario que el movimiento de trabajadores volviera a radicalizarse, y buscar un nuevo tipo de política social. Bajo el antiguo compromiso, Myrdal señaló, la política social ha sido orientada por los síntomas, dando ayuda a los pobres o a los enfermos. La nueva política social, declaró, debe ser de naturaleza preventiva. Los científicos sociales, utilizando técnicas modernas de investigación, tienen en su poder utilizar el Estado para prevenir que emerjan patologías sociales. Cuando se basan en premisas de valor orientadas al humano y la ciencia racional, dijo, esta política social de prevención conlleva a un "matrimonio natural" de la técnica correcta con la solución política radical. Myrdal señaló específicamente la crisis de población de Suecia, como una oportunidad para el análisis sociológico racional para producir ideas eficaces y radicales para el cambio aplicado vía el Estado.

Los Myrdals plasmaron este programa en su bestseller de 1934, “Crisis en la Cuestión de la Población”, un volumen brillantemente argumentado que transformó sustancialmente a Suecia. Mientras que los conservadores suecos siguieron preocupándose por la inmoralidad sexual, la Myrdals apuntaron directamente a las contradicciones creadas por un Estado de bienestar incompleto. Las acciones anteriores del gobierno, tales como la asistencia escolar obligatoria, la prohibición del trabajo infantil, y las pensiones públicas de vejez, admitieron ellos, habían arrancado el valor de los niños a los padres. Pero los costos de los niños se quedaron en casa. En consecuencia, los niños se habían convertido en la principal causa de la pobreza. Teniendo en cuenta los incentivos establecidos por el Estado, las mismas personas que contribuyeron de mayor manera a la supervivencia de la nación teniendo niños fueron arrastrados a la pobreza, a viviendas de mala calidad, mala nutrición, y limitadas oportunidades recreativas. Una elección voluntaria entre la pobreza con niños o un nivel de vida más alto sin ellos era lo que las parejas jóvenes ahora enfrentaban. Los adultos jóvenes se vieron obligados a sostener a los jubilados y a los necesitados a través del sistema de bienestar del Estado, y también a los niños a los que dieron vida. Bajo esta carga múltiple, ellos habían optado por reducir el número de niños como el único factor sobre el que tenían control. El resultado para Suecia fue la despoblación y el fantasma de la extinción nacional.

De acuerdo con el Myrdals, sólo había dos alternativas. La primera era el desmantelamiento de la educación estatal, las leyes de trabajo infantil, y las pensiones de vejez con el fin de restaurar la autonomía de la familia, era "ni siquiera digno de ser discutido." La otra alternativa, y la más práctica fue sólo completar el estado de bienestar, y eliminar los desincentivos existentes a los niños, socializando virtualmente todos los costes directos que intervienen en su nacimiento y crianza. El argumento real fue algo como esto: con el fin de resolver los problemas causados, en gran parte por las intervenciones estatales previas, el gobierno ahora necesita intervenir por completo.

Esto significó un compromiso con un nuevo tipo de asistencialismo: "Se trata de una política de prevención social, estrechamente guiada por el objetivo de elevar la calidad de materiales humanos, y al mismo tiempo llevar un efecto radical en las políticas de redistribución para hacer una parte importante de la carga de apoyo a los niños una preocupación de toda la sociedad." La burocracia estatal nunca había disfrutado antes de ese mandato. Por la naturaleza misma de la palabra, una política "preventiva" dio la apertura a todas las familias suecas para apoyo, escrutinio y control. Uno nunca sabe dónde puede ocurrir un problema: por lo tanto, las medidas universales de intervención burocrática se deben implementar para hacer que la prevención sea una realidad.

Haciendo hincapié en este imperativo, los Myrdals concluyeron: "la cuestión de la población queda transformada en el argumento más eficaz para una remodelación completa socialista y radical de la sociedad." La alternativa, dijeron simplemente, era la extinción nacional.

Su programa abarca subsidios estatales universales de ropa para niños, un plan de seguro médico universal, un derecho universal al cuidado de niños, campamentos de verano operados por el Estado para los niños, desayunos y almuerzos escolares, vivienda de familia financiada por el estado, bonos para cubrir los costes indirectos de tener hijos, préstamos matrimoniales, expansión de la maternidad del Estado y servicios de parteras, planificación económica centralizada, y así sucesivamente. Su objetivo era, en efecto, la socialización del consumo, proporcionando a todas las familias un determinado conjunto uniforme de servicios estatales determinados de manera racional, gestionados por los empleados públicos, y financiados a través de impuestos sobre los ricos y los que no tenían hijos.

Las críticas de que su programa amenazaba a la familia trajo una respuesta típicamente contundente: "la pequeña familia moderna es ... casi patológica", dijeron los Myrdals. "Los viejos ideales deben morir con las generaciones que los apoyaron."

Llamamientos a la autonomía y libertad de la familia evocaron respuestas igualmente mordaces. Los Myrdals denunciaron que el "falso deseo individualista" de los padres por la "libertad" para criar a sus hijos tenía un origen poco saludable: "... gran parte de los irritantes patéticos que defienden " la libertad individual y la responsabilidad " de su propia familia, se basan en una disposición sádica para extender esta "libertad" a un derecho sin límites y sin control para dominar a los demás."

Con el fin de educar niños aptos para un mundo socialmente cooperativo ", debemos liberar a los niños más de nosotros mismos", entregándoles a expertos estatales certificados en el cuidado y la formación. La guardería colectiva a cargo de expertos controladas por el Estado, en lugar de la pequeña familia patológica, estaba más en consonancia con los objetivos adecuados para la eliminación de las clases sociales y la creación de una sociedad basada en la democracia económica.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Mises: El Revolucionario

Por Ralph Raico

Se dice que hace algunos años, cuando Bill Buckley estaba al principio de su carrera como orador en la universidad y era un poco más tolerantes con los liberales a lo que es hoy, una vez escribió dos nombres en la pizarra dramatizando muy bien el punto que los estudiantes en su audiencia habían sido expuestos a un solo lado del gran debate en todo el mundo entre el capitalismo y el socialismo. El nombre del defensor del socialismo democrático, creo que fue Harold Laski, posiblemente John Dewey, fue reconocido por la mayoría de los presentes.

El nombre de Ludwig von Mises era totalmente desconocido para ellos. Huelga decir que la situación básicamente no ha mejorado desde entonces, (al menos tal vez en el sentido de que la mayoría de los estudiantes universitarios ahora reconocerían el nombre de William F. Buckley, Jr.) ¿Cómo ha sido posible que la gran mayoría de los estudiantes de economía y ciencias sociales, incluso en las universidades estadounidenses de élite, tengan a Mises como un completo desconocido? Incluso el New York Times, en la comunicación al momento de su muerte en octubre de 1973, llamó a Mises "uno de los economistas más destacados de este siglo", y Milton Friedman, de una tradición totalmente diferente del pensamiento económico, lo llamó "uno de los grandes economistas de todos los tiempos".

Pero Mises fue más que un gran economista. En todo el mundo, entre personas con conocimientos - en la Europa de habla alemana, en Francia, en Gran Bretaña, en América Latina, en nuestro propio país - Mises fue famoso por ser el campeón del gran siglo XX de una escuela de pensamiento que se puede decir que tienen un cierta importancia histórica y una cierta respetabilidad intelectual: la que comenzó con Adam Smith, David Hume, y Turgot, e incluyó Humboldt, Bentham, Benjamín Constant, Tocqueville, Acton, Böhm-Bawerk, William Graham Sumner, Herbert Spencer, Pareto y muchos otros. De improviso, uno hubiera pensado que sólo por esta reconocida posición Mises hubiera adquirido el derecho a ser presentado en el "pluralista" escenario progresista de izquierda del mundo académico.

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Y luego están los logros científicos de Mises, que fueron extraordinarios. Por ejemplo, es reconocido por todos lados, que en toda discusión que gire en torno a la viabilidad de un sistema de planificación económica central, Mises desempeñó un papel clave. Es muy posible que el gran escándalo intelectual (aún no admitido) del siglo pasado ha sido que el gran movimiento internacional marxista, incluyendo a miles y miles de pensadores profesionales en todos los campos, fue por generaciones contentado con discutir toda la cuestión del capitalismo contra el socialismo sólo en términos de los vicios alegados al capitalismo. La cuestión de cómo y qué tan bien funcionaría una economía socialista se evitó como un tabú.

Fue un logro de Mises, y una muestra de su esplendida independencia de pensamiento, dejar de lado ese piadoso "no se debe hablar de ese tipo de cosas", y haber presentado completa y llamativamente los problemas inherentes al intentar el cálculo económico racional en una situación donde no existe un mercado para los bienes de producción. Cualquiera que esté familiarizado con los problemas estructurales con los que los países comunistas más avanzados se enfrentan continuamente y con el debate sobre el "socialismo de mercado", percibirá la importancia y pertinencia de los trabajos de Mises solamente en este campo.

Entonces, ¿cómo podemos explicar el hecho de que los que lograron tomar un Laski y un Thorstein Veblen, o incluso un Walter Lippmann y un Kenneth Galbraith, en serio como importantes filósofos sociales de alguna manera no pudieran llegar a familiarizar a sus estudiantes con Mises o para mostrar a él las marcas de reconocimiento público y el respeto que se le debe (nunca fue, por ejemplo, presidente de la American Economic Association)? Al menos parte de la respuesta, creo, radica en lo que Jacques Reuff, en un cálido homenaje, llamado la "intransigencia" de Mises.

Mises era un doctrinario completo y un luchador incansable e implacable de su doctrina. Durante más de sesenta años estuvo en guerra con el espíritu de su época, y con cada una de las avanzadas, victoriosas, o las escuelas políticas simplemente de moda, a la izquierda y la derecha.

Década tras década, luchó el militarismo, el proteccionismo, el inflacionismo, todas las variedades del socialismo, y todas las políticas del Estado intervencionista, y durante la mayor parte de ese tiempo se quedó solo, o cerca. La totalidad y duradera intensidad de la batalla de Mises sólo podía ser alimentada a partir de un profundo sentido interno de la verdad y el valor supremo de las ideas por las cuales él estaba luchando.

Esto, así como su temperamento, suponen ayudaron a producir una determinada "arrogancia" en su tono (o calidad "apodíctica", como algunos de nosotros en el seminario de Mises la llamamos con cariño, usando una de sus palabras favoritas), que era lo último que los académicos de izquierda-progresista y socialdemócratas podrían aceptar en un defensor de una visión que consideraban sólo marginalmente digna de tolerar para empezar. (Creo que esto en gran medida cuenta para el reconocimiento mayor que ha sido concedido a Friedrich Hayek, incluso mucho antes de su merecido Premio Nobel. Hayek es de temperamento mucho más moderado en la expresión de lo que Mises fue alguna vez, prefiriendo, por ejemplo, evitar la vieja consigna de "laissez faire". Y es difícil imaginar a Mises hacer un gesto como Hayek hizo al dedicar “Camino de servidumbre" a los socialistas de todas las partidos.")

Pero la falta de reconocimiento parece no haber influido o desviado a Mises en lo más mínimo. En cambio continuó con su trabajo, década tras década: acumulando contribuciones a la teoría económica, al desarrollo de la estructura teórica de la Escuela Austriaca, y, a partir de su comprensión de las leyes de la actividad económica, elaborando, corrigiendo y poniendo al día a la gran filosofía social del liberalismo clásico.

Ahora, dentro de la tradición liberal clásica, se pueden extraer distinciones. Una muy importante es entre lo que puede llamarse liberales "conservadores" y "radicales". Mises pertenecía a la segunda categoría, y sobre esta base se puede contraponer a los escritores, por ejemplo, como Macaulay, Tocqueville, y Ortega y Gasset. Hubo muy poco de Whig sobre Mises. Las virtudes tan cacareada de las aristocracias, la supuesta necesidad de una base religiosa para "la cohesión social," la reverencia por la tradición (que era de alguna manera siempre la tradición autoritaria a ser reverenciada, y nunca la tradición de pensamiento libre y la rebelión), el miedo al emergente "hombre-masa", que estaba echando a perder las cosas por sus mejoras intelectuales y sociales, toda la crítica cultural que más tarde que proveyó siempre un punto de apoyo importante para el ataque a la sociedad de consumo, estos no encontraron lugar en el pensamiento de Mises.

Por tomar un ejemplo, Tocqueville en “La democracia en América”, en un momento exclama: "Nada concebible es tan pequeño, tan insípido, tan lleno de gente con intereses mezquinos - en una palabra, tan anti-poético - como la vida de un hombre en los Estados Unidos ". Sea o no este un juicio verdadero, Mises nunca se habría molestado en hacerlo. Como liberal utilitario, tenía más respeto por las normas por las que la gente común juzga la calidad de sus propias vidas. Es muy dudoso que Mises sintiera reparo alguno como los de liberales como Tocqueville hacia la americanización del mundo. (De hecho, su actitud hacia Estados Unidos sería un buen criterio para la categorización de los liberales clásicos como "radicales" o "conservadores").

Mises, entonces, era un liberal radical, en la línea de los filosóficos radicales y los hombres de Manchester. Todos los elementos del liberalismo radical están ahí: en primer lugar, y el más básico, su racionalismo intransigente, reiterado una y otra vez. (Síntoma de la evasión de Mises de todo lo que él consideraría místico y oscurantista en el pensamiento social es el hecho de que, que yo sepa, nunca en todos sus escritos publicados menciona alguna vez a Edmund Burke, excepto en el contexto de alguien que, en alianza con escritores como De Maistre, fue en definitiva un oponente filosófico del mundo liberal en desarrollo).

Es su utilitarismo, teniendo como el fin de la política no el ser "el bueno", más bien el bienestar humano como hombres y mujeres de forma individual lo definan por sí mismos. Es su defensa de la paz, que en la tradición de los liberales del siglo XIX que más se identificaban con la doctrina del completo laissez faire - Richard Cobden, John Bright, Bastiat Frédéric, y Herbert Spencer – él basa la infraestructura económica del libre comercio. Y, más sorprendente, hay en Mises una preocupación básicamente democrática y, en un sentido importante, el igualitarismo, de tal manera que esto requiere un comentario especial.

El punto de vista fundamentalmente democrático e igualitario de Mises no es, por supuesto, para ser entendido en términos de la creencia en la igualdad de talentos innatos o en la igualdad de ingresos. Cuando Mises explica la gran cuestión de la igualdad no tiene en cuenta una fantasía utópica del futuro, donde cada determinación absolutamente contará para uno y no más de uno, sino más bien las condiciones empíricas bajo las cuales los seres humanos hasta ahora se encontraban en diversas sociedades.

¿Cuáles han sido realmente las condiciones de clase, estatus, grado, y privilegio en la historia de la humanidad, y qué diferencia hace el capitalismo? La historia de las sociedades pre-capitalistas es una de la esclavitud, de servidumbre, castas y privilegios de clase en las formas más degradantes. Es la historia hecha por los propietarios de esclavos, nobles guerreros, y responsables de eunucos, por los reyes, sus amantes, y los cortesanos, los sacerdotes y otros intelectuales de Mandarín - por parásitos y opresores de todo tipo. El capitalismo cambia todo el centro de gravedad de la sociedad ("The World Turned Upside Down", como las tropas de Lord Cornwallis tocaron en Yorktown).

En la trillada pero cierta y sociológicamente enormemente importante declaración: cada dólar, ya sea en posesión de alguien carente totalmente de gracia social, de alguien de "medio nacer," de un Judío, de un negro, de quien nadie ha oído, es la igualdad de todos los dólares y la dirección de los productos y servicios en el mercado que las personas con talento deben estructurar su vida para proveerlos. Como Marx y Engels observaron, el mercado desmorona cada Muralla China y nivela al mundo a la condición y los privilegios tradicionales que Occidente heredó de la Edad Media.

Es el ariete de la gran revolución democrática de los tiempos modernos. Mises sostenía que la pseudo revolución que el socialismo produciría era mucho más probable que lleve a la reaparición de la sociedad de status y re-degradación de las masas a la posición de peones, controlados por una élite que se asignaría el papel principal en el melodrama heroico, el hombre conscientemente hace su propia historia.

En cuanto al calibre y la calidad del pensamiento de Mises, mi opinión es que es capaz de penetrar en el corazón de las cuestiones importantes, donde otros escritores suelen agotar sus capacidades en puntos periféricos. Algunos de mis ejemplos favoritos son sus conversaciones sobre el "control obrero" (que promete convertirse en el sistema social preferido de la izquierda en muchos países occidentales), y de la filosofía social marxista (que Mises se ocupa en varios de sus libros, pero más extensiva y mordazmente en “Teoría e Historia”.)

En la conjunción de este breve análisis de gran alcance intelectual, razonamiento riguroso y defensa orgullosa de los valores liberales clásicos, el lector puede vislumbrar algo del carácter distintivo de Mises como filósofo social.
Ningún reconocimiento de Mises estaría completo sin decir algo, sin embargo inadecuado, sobre el hombre y el individuo. La inmensa erudición de Mises, trayendo a la mente otros estudiosos de habla alemana, como Max Weber y Joseph Schumpeter, que parecían funcionar en el principio de que algún día todas las enciclopedias podría muy bien acabar de desaparecer de las estanterías, la claridad cartesiana de sus presentaciones en clase (se necesita un maestro para presentar un tema complejo, de manera simple); su respeto por la vida de la razón, evidente en cada gesto y la mirada, su cortesía, amabilidad y comprensión, incluso para principiantes; su ingenio real, de la clase proverbialmente criada en las grandes ciudades , similar a la de los Berlineses, de los parisinos y neoyorquinos, sólo que vienesa y más suave - permítanme decir que para tener, en la primera fase, llegar a conocer al gran Mises tiende a crear en la mente de uno las normas para toda la vida de lo que un intelectual ideal debe ser.

Estas son las normas a las que otros estudiosos que uno se encuentra casi nunca igualaran, y juzgado contra los ordinarios profesores universitarios - en Chicago, Princeton, o Harvard- es simplemente una broma (pero sería injusto juzgarlos por tal medida, aquí estamos hablando de dos tipos completamente diferentes de los seres humanos). Fue totalmente adecuado que Murray Rothbard, en el obituario que escribió para Mises en el Foro Libertario, añadiera estas líneas de Adonais de Shelley, y es apropiado para nosotros recordarlas en el año del centenario de Mises:

For such as he can lend — they borrow not
Glory from those who made the world their prey;
And he is gathered to the kings of thought
Who waged contention with their time's decay,
And of the past are all that cannot pass away.

Por último, para el lector serio de la política y la filosofía social que nunca ha estudiado Mises mi consejo sería que corrija la omisión tan pronto como sea posible: se ahorrará una gran cantidad de esfuerzo innecesario en el camino a la verdad. “Liberalismo” o la “Burocracia” serían un buen comienzo, o bien, para aquellos con un especial interés en la historia del siglo XX, “Gobierno Omnipotente”, o su “Socialismo”, que sigue siendo para mí el mejor libro que he leído en las ciencias sociales. Teniendo en cuenta el lugar absolutamente crítico que EEUU tiene en la civilización occidental hoy en día, realmente sería una tragedia si unos pocos profesores del Establishment lograran mantener a los jóvenes estadounidenses inteligente lejos de familiarizarse con el rico patrimonio de ideas que nos dejó Ludwig von Mises.

Ralph Raico profesor de historia en Buffalo State College y miembro senior del Instituto Mises

Una versión de este artículo apareció en el número 10 de 1981 de la Revista Libertario.

Traducido al español por el Instituto Ludwig Von Mises Ecuador.

lunes, 8 de noviembre de 2010

El Importador (3/3)

Por Walter Block, tomado de “Defending the Undefendable”,  Capítulo 23. Ver la primera parte y la segunda parte.

Consideremos ahora una situación que superficialmente parece la pesadilla de los proteccionistas hecha realidad. Imaginemos que hay un país que puede producir mejor en todas las industrias. Supongamos que Japón (el cuco de la ILGWU), puede producir todo más eficientemente que América, no sólo las banderas, guantes de béisbol, radios, televisores, coches, y las grabadoras de cinta, sino todo. ¿Sería válida la afirmación de la ILGWU de que se debería restringir el comercio, entonces?

La respuesta es que nunca es justificable restringir el comercio entre dos adultos consientes, o incluso entre naciones de adultos consientes, definitivamente no en razón de que el comercio perjudicará a una de ellas. Porque si para un parte el comercio es dañino, simplemente lo podría negar. La prohibición no sería necesaria. Y si ambas partes dan su consentimiento para el comercio, con qué derecho cualquier tercero lo puede prohibir. La prohibición sería el equivalente a una negación de la vida adulta de una o ambas partes de la transacción, por tratarlos como menores de edad que no tienen el sentido o el derecho a contraer obligaciones contractuales.

A pesar de todos los argumentos morales, los proteccionistas todavía querrán prohibir el comercio sobre la base de que un desastre se produciría si eso no se realizara. Tomemos la situación de que existe entre Estados Unidos y Japón las condiciones de pesadilla que han estipulado. Supuestamente, Japón exportará bienes y servicios, sin importar nada de los Estados Unidos. Esto traería prosperidad a la industria japonesa, y depresión a la nuestra. Finalmente, Japón supliría todas nuestras necesidades y, como no habría exportaciones para contrarrestar esta situación, la industria norteamericana llegaría machacada a pararse. El desempleo se elevaría a proporciones epidémicas y habría una dependencia completa en Japón.

Esta descripción puede parecer un poco absurda, sin embargo la historia del proteccionismo en los Estados Unidos y el éxito de la campaña ILGWU, indican que tales "pesadillas" prevalecen de mayor manera de lo que cabría imaginar. Tal vez este sueño horrible prevalece porque es más fácil achicarse en horror antes que hacerle frente.

Al contemplar esta pesadilla, se plantea la cuestión de qué usarán los estadounidenses para comprar productos japoneses. No pueden utilizar el oro (o cualquiera otro metal precioso), porque el oro en sí mismo es una mercancía. Si los estadounidenses utilizarían oro para pagar las importaciones el efecto es que exportarían oro. Esto iría en contra de la pérdida de empleos debido a las importaciones, y estaríamos de vuelta a la situación prototípica. Los estadounidenses podrían pierden puestos de trabajo en radios y televisiones, pero aumentarían en la extracción de oro.

La economía estadounidense se asemejaría a la de Sudáfrica, que paga por sus importaciones en gran medida con las exportaciones de oro. El único medio adicional de pago sería en forma de dólares de los Estados Unidos. Pero, ¿qué harían los japoneses con los dólares? Sólo hay tres posibilidades: podrían devolver estos dólares a nosotros como pago de nuestras exportaciones a ellos, podrían mantener el dinero, o podrían gastar en productos de países distintos a los Estados Unidos. Si optaron por la última alternativa, los países con los que comerciaron tienen las mismas tres opciones: gastar en los Estados Unidos, el acaparamiento, o gastar en otros países, y así sucesivamente para los países con los que comercien a su vez. Si dividimos el mundo en dos partes; los Estados Unidos y todos los demás países, podemos ver que las tres posibilidades se reducen a dos: o el papel moneda que enviamos vuelve a comprar nuestros productos o no.

Supongamos que la "peor" posibilidad sucede, que nada del dinero vuelve a estimular nuestras exportaciones. Lejos de ser un desastre, como los proteccionistas afirman, esto en realidad sería un bendición absoluta! Los dólares de papel que enviamos al extranjero serían sólo eso, papel sin valor. Y ni siquiera se podría gastar tanto papel simplemente se podría imprimir dólares con ceros extra. Así, en la pesadilla de la ILGWU, Japón nos enviaría los productos de su industria, y nosotros enviaríamos tan solo piezas de papel verde con muchos ceros impresos en ellos al Japón. Sería un gran ejemplo de desprendimiento. La negativa de los extranjeros para sacar provecho de sus dólares correspondería a un gran regalo para los Estados Unidos. Nosotros recibiríamos los productos, y ellos recibirían papeles sin valor!

A diferencia de las fantasías de la ILGWU y los grupos proteccionistas, los destinatarios de regalos grandes no suelen sufrir agonías indecibles. Israel ha recibido reparaciones de Alemania durante muchos años, y regalos de los Estados Unidos, sin ningún tipo de efectos nocivos evidentes. El país receptor no tiene qué interrumpir su propia producción. Porque los deseos de cualquier población son infinitas. Si los japoneses dieran un automóvil Toyota a todas las personas en los Estados Unidos, ellos quisieran pronto dos, tres o muchos Toyotas. Evidentemente, es inconcebible que los japoneses (o cualquier otra persona) sean tan abnegados que incluso lleguen a tratar de satisfacer todos los deseos del pueblo estadounidense sin recompensa. Sin embargo, sólo si tuvieran éxito en esta tarea imposible todas las industrias nacionales colapsarían, porque entonces todo el mundo tendría todo lo que quisiera.

Pero en este caso imaginario, el colapso de la industria nacional sería algo para ser alabado, no condenado. La gente en el Estados Unidos suspendería toda la producción sólo si sentiría que tiene suficientes posesiones materiales y que seguirá teniéndolas en el futuro. Tal situación no sólo no es horrible, sería bien recibida por los estadounidenses como lo más cercano a una utopía.

Proteccionismo

En realidad los japoneses y otros no se contentaran con acumular los dólares que se les dio como pago por sus productos. Tan pronto como sus saldos en dólares se pongan por encima del nivel que elijan, ellos usarán los dólares estimulando así las exportaciones de manufacturas de los Estados Unidos. Podrían comprar productos estadounidenses y por lo tanto estimular directamente las exportaciones americanas.

O puede ser que demanden oro por sus dólares (un "ataque" al dólar), que requeriría una devaluación que haría las exportaciones americanas más competitivas en los mercados mundiales. De cualquier manera, los dólares volverían a los Estados Unidos, y nuestras industrias nacionales se verían estimuladas. La pérdida de empleos debido a las importaciones serían contrarrestadas por los aumentos en otras partes, tal como en el caso de Vermont y Florida.

¿Por qué comerciaría Japón con un país cuya producción es menos eficiente que la suya? Debido a la diferencia entre lo que se denomina la ventaja absoluta y ventaja comparativa. El comercio tiene lugar entre dos pares (Países, estados, ciudades, pueblos, barrios, calles, personas) no de acuerdo con su capacidad absoluta para producir, sino de acuerdo con su capacidad relativa. El ejemplo clásico es el de la mejor abogada de la ciudad que también es la mejor mecanógrafa. Esta persona tiene una ventaja absoluta sobre su secretaria en la prestación tanto de los servicios jurídicos como de los mecanográficos. Sin embargo, la abogada decide especializarse en la profesión en la que tiene una ventaja comparativa, la ley. Supongamos que es 100 veces tan buena abogada como su secretaria, pero sólo dos veces más eficiente como mecanógrafa. Es más ventajoso para ella ejercer la profesión jurídica, y contratar (o comerciar con) una mecanógrafa. La secretaria tiene una ventaja comparativa en escribir: tiene tan sólo el 1 por ciento de la eficacia en derecho frente a su empleadora, pero es la mitad de buena como ella escribiendo. Ella es capaz de ganarse la vida mediante el comercio a pesar de que es más pobre en ambas habilidades.

El Japón que hemos estado imaginando tiene una ventaja absoluta en la producción de todos los bienes. Pero cuando los japoneses vuelven con nuestros dólares hacia nosotros a cambio de nuestros productos, Estados Unidos exportará los bienes en los que tiene una ventaja comparativa. Si somos la mitad de buenos como los japoneses en la producción de trigo, pero sólo una cuarta parte tan buenos en la producción de aparatos de radio, exportaremos trigo como pago de nuestra importación de aparatos de radio. Y así ganamos todos.

Por lo tanto, no importa qué situación se prevé, incluso en las más extremas, el argumento proteccionista resulta inadecuado. Pero debido a la potencia emocional de su influencia, los importadores han sido vilipendiados. Por su persistencia en una tarea que es intrínsecamente útil, los importadores deben ser considerados como los grandes benefactores que son.

jueves, 4 de noviembre de 2010

El Importador (2/3)

Por Walter Block, tomado de “Defending the Undefendable”,  Capítulo 23. Ver la primera parte.

Otra razón de peso para rechazar el argumento proteccionista es que no toma en cuenta las exportaciones. Es cierto que por cada bandera estadounidense o un guante de béisbol importado en este país, algunos trabajos domésticos se perderán. Pero lo que los proteccionistas convenientemente olvidan es que por cada empleo perdido en una rama de producción nacional debido a la competencia de las importaciones, un trabajo puede ser añadido en una industria de exportación.

Supongamos que los estados de Vermont y Florida son autosuficientes. Ambos producen, entre otras cosas, jarabe de arce y naranjas. Debido a las diferentes condiciones climáticas, el jarabe de arce es escaso y caro en la Florida, y las naranjas son escasas y costosas en Vermont. Las naranjas de Vermont tienen que ser cultivadas en invernaderos, y el jarabe de arce de Florida viene de los árboles de arce criados en refrigeradores de gran tamaño. ¿Qué pasaría si el comercio se iniciara repentinamente entre los dos estados? Vermont, por supuesto empezaría a importar naranjas y Florida jarabe de arce. La ILGWU, o cualquier otro grupo de presión proteccionistas entrarían en escena, rápidamente señalando que la importación de jarabe de arce en Florida arruinará en ese Estado a la pequeña industria de jarabe de arce, y la importación de naranjas en Vermont arruinará la industria de naranja allí. Los proteccionistas ignoran el hecho de los trabajos que ganaría Florida en la industria de la naranja, y en Vermont, la industria del jarabe de arce. Centrarían la atención en los puestos de trabajo perdidos debido a las importaciones e ignorarían por completo los puestos de trabajo obtenidos por las exportaciones. Por supuesto, es cierto que ciertos trabajos se perdieron en Vermont en la industria de naranja y en la industria de jarabe de arce en la Florida. Pero no es menos cierto que aumentaron puestos de trabajo de la industria de la miel de arce de Vermont y en la industria de la naranja en Florida.

Bien puede haber menos puestos de trabajo disponibles en las industrias de ambos estados ya cada vez mayor cantidad de naranjas se pueden hacer con menos mano de obra en la Florida que en Vermont, y el jarabe de arce se puede fabricar de manera más eficiente en Vermont que en la Florida. Pero lejos de ser un mal efecto, este es uno de los beneficios del comercio! Los trabajadores liberados de estas industrias estarán disponibles para proyectos que no podían llevarse a cabo antes. Por ejemplo, si un sistema moderno de transporte no existe, y la industria tiene que encomendarse a personas que lleven 100 libras cargas sobre sus espaldas, cientos y miles de personas tendrían que ser retirados de otros campos para colmar las necesidades de la industria del transporte. Por lo tanto, muchos proyectos y las industrias tendrían que ser abandonados. Con los métodos modernos, se necesitan menos trabajadores. Este personal adicional por lo tanto es libre de moverse a otras áreas, con todos los consiguientes beneficios para la sociedad.

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Sea o no que existan menos puestos de trabajo en las industrias de la naranja y de jarabe de arce en Vermont y Florida en la análisis final depende de la forma en que las personas deseen gastar sus nuevos ingresos. Sólo si estas personas decidieran gastar todos los ingresos adicionales en naranjas y jarabe de arce extras es que el empleo total en estas dos industrias no va a cambiar después de el comercio comience. Por ende, el mismo número de trabajadores producirían más jarabe de arce y más naranjas. Más probable, sin embargo, es que el pueblo tomará la decisión de dedicar parte de sus ingresos adicionales a estos dos bienes, y el resto a otros bienes. En ese caso, el empleo en estas dos áreas se reducirá un poco (aun cuando la fuerza de trabajo disminuida puede ser capaz de producir más que antes), pero el empleo se incrementará en las industrias cuyos productos son más buscados por los consumidores.

Visto en su totalidad, la apertura del comercio entre los dos regiones beneficia a ambas. Aunque el empleo caiga en las industrias suplantadas por las importaciones, se levantará en las industrias de exportación y en las nuevas industrias en desarrollo debido a la disponibilidad de trabajadores. Pero los proteccionistas no están del todo equivocados. El comercio crea problemas en las industrias suplantadas y algunos trabajadores se verán perjudicados a corto plazo. Por ejemplo, ya no serán de gran demanda en Vermont especialistas en la producción de naranjas, o para los floridanos que producen jarabe de arce. Habrá puestos de trabajo para estas personas en otras industrias, pero ya que tendrán que entrar en estos campos como principiantes, probablemente tendrán que aceptar un recorte salarial. También necesitaran posiblemente un considerable entrenamiento. Entonces surge la pregunta: ¿Quién va a pagar por el entrenamiento, y quien debe soportar la pérdida asociada con los salarios más bajos en la nueva industria? Los proteccionistas, por supuesto, estarán a favor de que el gobierno o los capitalistas paguen la cuenta. Pero esto no se justifica.

En primer lugar, cabe señalar que sólo los trabajadores cualificados se enfrentan a un recorte de salario debido al movimiento a una nueva industria. Los otros entran en la nueva industria casi al mismo nivel que aquel con el que funcionaban en la antigua. En lugar de barrer los pisos de un planta de jarabe de arce, barrerán tal vez los pisos de una fábrica textil. El trabajador calificado, por el contrario, tiene habilidades específicas que son de mayor uso en un sector que en otro. Él no es igualmente útil en la nueva industria, y no puede exigir el mismo salario.

En segundo lugar, se debe entender que el trabajador calificado es un inversor, al igual que el capitalista. El capitalista invierte en cosas materiales, y el trabajador invierte en sus habilidades. Todos los inversores tienen una cosa en común, y es que el rendimiento de su inversión es incierta. De hecho, cuanto mayor sea el riesgo, más puede ganar el inversionista. En el ejemplo dado, parte de la razón por la que los productores expertos de naranja en Vermont y los productores expertos de miel de arce en la Florida ganaban sueldos altos, antes de la llegada de los intercambios comerciales entre los estados, fue el riesgo de que algún día el comercio podría comenzar.

¿Deberían los productores expertos de naranja, ahora que deben dejar la industria en la que se les pagaba muy bien por ser especialistas, ser subvencionados para la instrucción y por el salario recortado que deben aceptar en el ínterin? ¿O deberían sufragar los gastos y pérdidas por sí mismos? Parece claro que cualquier subvención sería un intento de mantener al trabajador calificado en el estilo al que se había acostumbrado, sin pedirle que afronte los riesgos que hicieron tal alto nivel de vida posible en primer lugar. Adicionalmente, un subsidio sale de los ingresos fiscales que están pagando principalmente los pobres, constituiría una subvención obligado a ricos trabajadores cualificados de parte de los trabajadores pobres y sin capacitación.

lunes, 1 de noviembre de 2010

El Importador (1/3)

Por Walter Block, tomado de “Defending the Undefendable”,  Capítulo 23

1-1-1-buy-american-vote-obamaLa Unión Internacional de Trabajadores de la Confección de Ropa para Damas (ILGWU) ha lanzado recientemente una inusual, extensa, y costosa campaña de publicidad. Por racista y xenófoba no tiene paralelo. El tema de la campaña es que los "Extranjeros" (deshonestos e indignos) están tomando los trabajos de los estadounidenses (honestos, honrados y francos). Tal vez el anuncio más famoso de la serie es el que representa un bandera de Estados Unidos por encima de la leyenda "Made in Japan." Otro presenta una imagen de un guante de béisbol, con la leyenda "El Gran Juego Antiamericano". El texto de acompañamiento explica que los guantes de béisbol y las banderas de Estados Unidos son importados.

La razón de ser, se nos dice, para estos duros ataques a las importaciones es que crean desempleo en Estados Unidos. Y en un nivel superficial, el argumento parece plausible. Después de todo, cada bandera americana o guante de béisbol que se podría haber producido en el país, pero por el contrario fue importado, representa trabajo que podría haber sido producido por estadounidenses. Ciertamente, esto significa menos empleo para los trabajadores estadounidenses. Si el argumento se limitara a este aspecto, el caso para la restricción de la ILGWU, si no la prohibición de las importaciones, estaría correctamente definido.

El argumento, sin embargo, es falaz, y las consecuencias a la que conduce lógicamente son claramente erróneas. La premisa que justifica el proteccionismo a nivel nacional también lo justifica a nivel estatal. Vamos a ignorar la imposibilidad política (inconstitucionalidad) de que un Estado establezca tarifas entre éste y otros estados. Esto es, después de todo, irrelevante para el argumento económico de la ILGWU en contra del comercio libre. Teóricamente, ningún estado podría justificar su política en la misma forma que una nación puede. Por ejemplo, el estado de Montana podría prohibir las importaciones procedentes de otros Estados sobre la base de que representan trabajos que Montana podría tener. Un programa llamado "Comprar Montana" se podría poner en orden. Sería tan ilógico y poco sólido como la campaña ILGWU de "Buy American".

El argumento, sin embargo, no se agota en el ámbito estatal. Se puede, con igual justificación, aplicarlo a las ciudades. Considere la importación de un guante de béisbol a la ciudad de Billings, Montana. La producción de este ítem podría haber creado empleo para un habitante de Billings, pero no fue así. Por el contrario, creó puestos de trabajo, por ejemplo, para los ciudadanos de Roundup, Montana, donde fue fabricado. Los padres de la ciudad de Billings podrían tomar la posición de la ILGWU y "patrióticamente" declarar una moratoria sobre los intercambios entre los ciudadanos de su ciudad y los agresores económicos del exterior de Roundup. Esta tarifa, como las de las subdivisiones políticos más grandes, estaría diseñada para salvaguardar los puestos de trabajo de los ciudadanos.

Pero no hay razón lógica para detener el proceso en el nivel de ciudad . La tesis de la ILGWU lógicamente puede extenderse a los barrios en Billings, o a las calles dentro de los barrios. "Comprar Elm Calle " o "Paren la exportación de puestos de trabajo a la calle Maple” podrían convertirse en los gritos de batalla de los proteccionistas. Del mismo modo, los habitantes de cualquier bloque de Elm Street podrían usarlos en contra de sus vecinos del otro lado de la calle. Y aun allí el argumento no se detendría. Tendríamos que concluir que se aplica incluso a los individuos. Para clarificar, cada vez que una persona hace una compra, esta renunciando a la fabricación de la misma. Cada vez que compra zapatos, un par de pantalones, un guante de béisbol, o una bandera, esta creando oportunidades de empleo para otra persona y, por lo tanto, excluyendo a aquellas propias. Así, la lógica interna del alegato proteccionista de la ILGWU conduce a insistir en la autosuficiencia absoluta, a un total interés económico en la renuncia a comerciar con todas las demás personas, y la auto-producción de todos los elementos necesarios para el bienestar.

Es evidente que este punto de vista es absurdo. Todo el tejido de la civilización se basa en el apoyo mutuo, la cooperación y los intercambios entre personas. Abogar por el cese de todo el comercio es un disparate, y sin embargo, esto es lo que inevitablemente persigue la posición proteccionista. Si el argumento a favor de la prohibición del comercio a nivel nacional es aceptable, no hay punto de parada lógica en el plano del estado, la ciudad, el barrio, la calle, o el bloque. La que como último lugar de parada es el individuo, porque el individuo es la unidad más pequeña posible. Premisas que conducen inevitablemente a una conclusión absurda son ellas misma absurdas. Por lo tanto, sin bien el argumento proteccionista podría parecer a primera vista convincente, hay algo terriblemente erróneo en él.

En concreto, la esencia de la falacia es un malentendido sobre la naturaleza y la función del libre comercio. El comercio que a nuestro juicio, supera al fuego, la rueda, y el pulgar oponible en la explicación de la superioridad del hombre sobre los animales. Para él y solamente él hace la especialización y la división del trabajo posible.

En su vida diaria las personas consumen prácticamente cientos de miles de artículos diferentes cada año. Si no fuera por la especialización, cada persona se vería obligada a fabricar estos elementos por sí mismo. Esto sería una tarea imposible. De hecho, las personas ni siquiera serían capaces de producir suficientes alimentos para sí mismos, por no hablar de producir todos los demás bienes que pudieran desear. La producción eficiente de alimentos comprende la producción de otras muchas cosas, incluyendo bienes de capital. La producción de estas cosas involucraría a cada persona en la fabricación de todos los elementos que son ahora distribuidos a la totalidad de una población.

Es muy cierto que sin el fuego, la rueda, y pulgares oponibles, la humanidad se encontraría en un estado lamentable. Pero sin especialización, sería imposible prácticamente para cualquier persona, incluso alimentarse por sí mismo, todo el mundo enfrentaría a la perspectiva de la inanición y la muerte.

Con la especialización, cada persona puede limitar sus esfuerzos productivos a aquellas áreas en las que se desempeña mejor. Pero el comercio es el eje que mantiene al sistema unido. Sin la posibilidad de comercio, la gente acumularía  enormes cantidades de imperdibles inservibles, clips de papel, o lo que sea. Sin la posibilidad de comercio, los incentivos para la especialización y la división del trabajo se habrían ido. Todo el mundo se vería obligado al intento de suicidio de llegar a ser autosuficientes.

Traducido por Libertario

sábado, 23 de octubre de 2010

Reagan: Ninguna Revolución

Este artículo es un extracto de “El Libertarianismo Hoy”, por Jacob H. Huebert. Publicado en Lewrockwell.com

La percepción popular es que Ronald Reagan marcó el comienzo de una "revolución" en el gobierno, una en esencia libertaria, en la que el gobierno federal no se considera como la solución sino como el problema. Esta revolución fue considera incluso como sobreviviente a la era Reagan, esto se refleja en la declaración de Bill Clinton que "la era del gobierno grande ha terminado". Sólo con la elección de Barack Obama, los expertos opinaron, los estadounidenses de deshicieron de la ideología anti-gobierno que dominó desde que Reagan asumió la presidencia.

Esta percepción popular es incorrecta. Reagan no era liberal y no hizo nada para reforzar el liberalismo. En cambio, hizo crecer el gobierno y, en todo caso, sofocó el movimiento libertario juntando a los libertarios y a conservadores de gobierno limitado en su coalición, captando sus votos pero dándoles prácticamente nada a cambio.

En primer lugar, están las formas obvias en la que Reagan no era un libertario. Sus partidarios de la derecha religiosa favorecían políticas morales anti-liberales, y Reagan los reembolsó por su apoyo. Reagan escaló de forma drástica la guerra contra las drogas, como consecuencia el porcentaje de reclusos en prisiones federales por delitos de drogas aumentó de un 25 por ciento a 44 por ciento durante sus dos mandatos. Persiguió una política exterior intervencionista, entre otras cosas, poniendo tropas en el Líbano, apoyando a Saddam Hussein en Irak, y con la injerencia en Nicaragua en el asunto Irán-Contras.

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Un área en la que Reagan clamó a favor de la libertad personal durante su campaña fue la conscripción: se comprometió a ponerle fin en base a que "destruye los valores que nuestra sociedad se ha comprometido a defender." En 1982, sin embargo, oficialmente revirtió las posiciones, ya que, dijo, "vivimos en un mundo peligroso". (Por supuesto, era un mundo tanto más peligroso por la propia escalada nuclear de Reagan. Otro delito contra el liberalismo).

A pesar de todo, Reagan por lo menos favoreció políticas de un relativamente libre mercado, ¿no? No, en absoluto, si uno mira los resultados en lugar de la retórica. Aunque Reagan proclamó varias veces apoyar el libre comercio, la porción de las importaciones que enfrentaron restricciones aumentaron 100 por ciento en el transcurso de sus dos mandatos. Reagan arremetió contra el gasto público y el déficit mientras estaba en campaña, pero ambos se hicieron peores bajo su mandato. En 1980, último año del mandato de Jimmy Carter en la presidencia, el gobierno gastó 591 mil millones dólares y un déficit $ 73,800,000,000. En 1988, el último año de Reagan, el gobierno gastó más de $ 1 trillón, y corrió un déficit de $ 155 mil millones.

Es cierto que estas cifras no están ajustadas por inflación, pero la necesidad de ajustar sólo muestra que Reagan no pudo derrotar a la inflación, aunque para ser justos, el jefe de la Reserva Federal Paul Volcker la controló mejor que sus predecesores en la década de 1970. Reagan había prometido restaurar el patrón oro, y al asumir el cargo nombró una comisión para estudiar el tema. Pero ese grupo consistía casi en su totalidad de personas que eran conocidos por oponerse al patrón oro, por lo que sus resultados contra el oro fueron una conclusión inevitable, no hubo ningún cambio en la política monetaria, y el dólar continuó perdiendo valor. (Ron Paul y Lewis Lehrman estaban en el comité y publicaron un informe de minoría, “El Caso por el Oro”, que se mantiene en forma impresa.) El ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan - el culpable principal de la crisis económica que golpeó la economía estadounidense unos veinte años después de que Reagan dejara el cargo - fue nombrado por primera vez por Reagan y por lo tanto constituye otra parte del legado anti-libertario de Reagan.

Uno podría pensar que Reagan merece por lo menos un mínimo de reconocimiento por haber reducido impuestos, pero esto es incorrecto por dos razones.

En primer lugar, aumentar el gasto mientras se reducen los impuestos no es libertario. Si el gobierno gasta más de lo que ingresa, se tiene que imprimir o pedir prestado el dinero para cubrir la diferencia. Si el gobierno imprime el dinero, entonces los contribuyentes sufren un "impuesto inflacionario" que puede ser aún más destructivo que un impuesto ordinario. Si el gobierno pide prestado el dinero, entonces son los futuros ciudadanos los que tendrán que pagar los préstamos a través de impuestos o de inflación futura (a menos que el gobierno rechace la deuda). Y, por supuesto, todo gasto del gobierno supone un sifón de recursos del sector privado, que, a su vez, se traduce en menores bienes de consumo producidos, lo que pone en peores condiciones a toda la sociedad.

En segundo lugar, Reagan no hizo efectiva la reducción de impuestos. Reagan firmó una reducción de impuestos en 1981, que fueron en su mayoría para la minoría rica, pero esta reducción se vio compensada por un aumento inmediato de los impuestos al Seguro Social y por los efectos de "ampliación de rango", ya que la inflación empujó a la gente a los rangos de impuestos más altos. (En lugar de dar el paso libertario de la eliminación de la seguridad social obligatoria, Reagan la "salvó" al obligar a los trabajadores a pagar más.) Después de eso, Reagan continuó aumentando efectivamente los impuestos por "rellenar los huecos fiscales" en el transcurso de su presidencia. No es de extrañar, entonces que los ingresos del gobierno aumentaron de 517 mil millones dólares en 1981 a 1031 mil millones dólares en 1989 – algo que no cabría esperarse en un régimen liberal comprometido con reducir el gobierno.

¿Qué pasa con la desregulación? Las desregulaciones importantes con los que Reagan es acreditado a veces - el petróleo y la desregulación de la industria del gas, desregulación de las aerolíneas, la desregulación de camiones - fueron, de hecho, promulgadas bajo el gobierno de Carter, que fue tal vez más libertario que la Administración Reagan, si tomamos en cuenta los resultados. La desregulación de Carter convenientemente entró en vigor justo a tiempo para que Reagan tomara el crédito. Pero como Murray Rothbard dijo, "El Gipper no liberalizó nada, no abolió nada. En vez de mantener su promesa de abolir los departamentos de Energía y Educación, les fortificó e incluso terminó sus años en la oficina adicionando un nuevo puesto en el gabinete, la Secretaría de Asuntos de los Veteranos”.

Reagan y el Movimiento Libertario

Así que los años de Reagan fueron malos para la libertad y también fueron malos en muchos aspectos para el movimiento libertario. El sentimiento anti-gobierno había aumentado durante la década de 1970 como resultado de diversos factores, como Vietnam, Watergate, y las desastrosas políticas económicas. Reagan aprovechó este sentimiento en contra del gobierno y luego utilizó su posición no para avanzar la libertad, sino para restablecer el respeto al gobierno y provocar un resurgimiento del militarismo y agitar la bandera del nacionalismo - el sueño de un conservador, tal vez, pero la pesadilla de un libertario anti-estado.

Peor aún, muchos libertarios fueron absorbidos de forma temprana en la órbita de la administración, optimistas por la aparente simpatía de Reagan por las ideas libertarias. Algunos de estos defensores de las libertades se desilusionaron y se fueron de Washington, pero otros ajustaron sus prioridades para encajar y convertirse en parte del Establishment.

Reconociendo los daños después de ocho años, Rothbard denunció que "la corrupción intelectual" entre los (antiguos o casi) liberales "se extendió rápidamente, en proporción a la altura y la longitud de [sus] trabajos en la Administración Reagan. Oponentes permanente de los déficits presupuestarios comenzaron a tejer apologías sofisticadas y absurdas, ya que el gran Reagan les estaba apilando, alegando, muy parecido a los keynesianos odiados de izquierda de antaño, que "los déficits no importan".

Algunos defensores de las libertades no se unieron al gobierno, pero se acercaron a el con la esperanza de ganar influencia. En particular, el Instituto Cato, trasladó su sede de San Francisco a Washington DC en 1981. La medida hizo elevar el perfil de la organización y su gente, pero Rothbard y otros críticos liberales de las afueras de Washington dijeron que diluyeron el mensaje, a veces para mantener una circunvalar respetabilidad y para apaciguar a los benefactores ricos que buscan influencia, sobre todo a sus principales patrones (hasta la fecha), los multimillonarios del petróleo Charles y David Koch.

Lo más significativo de su traslado a Washington, es que el Cato rápida y deliberadamente se alejó de la economía pura de mercado libre de la Escuela Austríaca en favor de los enfoques más convencionales, y con esto frenó la crítica a la Reserva Federal, que por lo menos hasta hace poco era el tabú definitivo en los círculos del Establishment. La crítica a la agresiva política exterior republicana se convirtió en algo menos intensa, si no completamente abandonada. Y donde antes los antiguos libertarios habían buscado objetivos radicales, los libertarios circunvalares promovían compromisos de "políticas públicas" tales como vales escolares y las llamadas cuentas privadas de seguridad social.

Tres décadas más tarde, la decisión de algunos defensores de las libertades de tranzar con Reagan y entrar en la corriente principal de Washington" del negocio de políticas públicas no parece haber dado muchos frutos. Como resultado la libertad no ha avanzado, y es dudoso que su declive haya sido frenado. El enorme crecimiento del gobierno bajo George W. Bush, pone de manifiesto el fracaso de esta estrategia. Lamentablemente, aún después de todo esto, algunos defensores de las libertad que la conocen mejor siguen invocando a Reagan como un buen ejemplo.

Jacob H. Huebert es el autor de “El Libertarianismo Hoy” (Praeger, 2010). Es abogado, Profesor Adjunto de la Facultad de Derecho de la Ohio, de Ley en la Northern University College, y académico asociado del Instituto Mises.

Traducido por Libertario

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