Por: Leonardo Girondella Mora
Todo el asunto puede arreglarse con la contestación que el lector haga a una pregunta —¿es usted una máquina? Me refiero a una cosa como un reloj, o un motor. Me atrevo a sospechar que el lector responderá que no, que no es una máquina.
Y si no lo es, entonces se siguen consecuencias interesantes. Por ejemplo, su conducta no será mecánica. Tampoco lo será el resto de las conductas de otras personas. De lo que puede deducirse algo que es contundente —tampoco la Economía es una máquina.
Y, sin embargo, muchos creen que lo es, lo que significa pensar que el lector no es nada más complicado que un reloj mecánico al que puede arreglarse ajustando engranes y dar cuerda. Eso es lo que piensan del lector los gobernantes cuando los traiciona su mente y hablan de componer a la economía.
Es asombroso el número de veces que se usan expresiones como “arreglar el problema económico”, “componer lo que está mal en la economía” y otras similares. Todas ellas suponen que las personas no son nada más allá que simples mecanismos que pueden manejarse moviendo tuercas y tornillos. “Arreglar la economía”, en Google dio más de 4,000 resultados de la frase literal.
Desde luego, puede tratarse de una metáfora solamente y su uso, en esta caso, sería disculpable. El problema es que no parece ser sólo una figura de lenguaje —hay serias propuestas científicas que con fórmulas matemáticas y ecuaciones terminan dando a los gobernantes la idea de que alterando ciertas cosas, como la tasa de interés, o el gasto de gobierno, la gente actuará como un robot predecible y todo mejorará.
Es posible que los más famosos exponentes de la idea de que los humanos son máquinas fueran Marx y Keynes —uno con etapas históricas que todo lo explicaban y que dan resultados inevitables y el otro con dos controles en un mando central que persigue crear pleno empleo.
Bastaba con que Marx hubiera visto a su esposa, Jenny, para entender lo imposible de prever la conducta acumulada de millones de ella —o que Keynes hubiera pensado un poco sobre los bailes de Lydia, su esposa, para entender la imposibilidad de predecir lo que sucederá en el mundo. Lo único que les falta hacer a personas como ellos es salir a la calle y ver cómo se comportan las personas.
Basta con voltear alrededor y ver las conductas de la esposa y los hijos y los amigos para entender que no son máquinas, que son humanos y por eso, impredecibles. Ninguno de ellos son máquinas que se muevan en direcciones predecibles. Cierto, su conducta hace razonable suponer ciertos principios razonables de conducta, pero predecirlos y tratarlos de alterar moviendo unas pocas variables macroeconómicas es una ambición irrealizable.
Pero eso es lo que piensan quienes, por ejemplo, indican que si un gobierno baja la tasa de interés y gasta cantidades exhorbitantes de dinero, la economía se arreglará. Es absurdo pensarlo, mucho más llevarlo a la práctica —lo que por lo visto no es una consideración que siquiera se hayan planteado los gobernantes.
Cuando alguien propone que desde un mando central la economía se puede llevar en cierta dirección en realidad parte de una hipótesis inevitable —presupone que quienes manejan el mando central saben más que el resto de la gente. Sí, es inevitable presuponer que las instituciones que manejan Greenspan, Bernanke, Obama, Bush, Nixon, o Kruschev saben más de todo que las personas mismas.
Es una hipótesis insostenible —trate cualquiera de tener un modelo matemático del comportamiento de los hijos para predecir su conducta a dos o tres años basado en el dinero que los domingos reciben y verá lo ridículo que resulta intentar lo mismo para millones de personas. Todo, porque los humanos no son máquinas.
Los humanos son tomadores de decisiones y basta pensar en el número de ellas que se toma a diario para ver la imposibilidad de anticipar sus resultados como una máquina —es imposible planear a la economía centralmente: nadie posee el conocimiento para hacerlo porque nadie puede entrar a las neuronas del otro y predecir lo que hará. Porque no se trata de predecir una decisión inmediata, sino billones de ellas de manera secuencial.
La economía es el resultado de la conducta humana y no es una máquina porque no son sub-maquinas sus integrantes —esa conducta forma una especie de sistema espontáneo en el que las variables se alimentan unas a otras de maneras complejas, en secuencias impredecibles. Por eso las medidas de los gobiernos tienen efectos colaterales imprevistos que las hacen contraproducentes.
Otra evidencia diaria de la imposibilidad de tener una economía planeada centralmente es vista a diario —es suficiente pensar, por ejemplo, en los fracasos de películas: si la conducta humana pudiera predecirse, no habría películas fallidas y tampoco productos nuevos lanzados y fracasados. Sólo hay que ver alrededor de la vida diaria para entender que no hay posibilidad de tener una economía planeada por un gobierno.
Estas ideas tienen aplicaciones —y una de ellas es la más clara: el intervencionismo estatal en la economía está basado en premisas falsas. Una de ellas es la que que las personas son relojes mecánicos. Por lo tanto, el intervencionismo que trata de arreglar a la economía es como tener un grupo de gente que fuerza a las personas a hacer lo que ellas no harían. Es una forma de esclavitud.
Esto significaría, en una observación superficial que la única opción posible es dejar a la economía libre de toda intervención estatal —absolutamente libre para ser ella un real sistema espontáneo y desarrolle sus propias reglas de funcionamiento. No es una mala idea, al contrario. Lo interesante de ella es que admite una función gubernamental posible, la de aprovechar al poder estatal para reforzar tales reglas.
Por ejemplo, para proteger a las libertades de propiedad privada, castigando robos, fraudes y demás. Para exigir el cumplimiento de contratos voluntarios y libres. Para proteger a las libertades personales, como la libre expresión, la libre educación y demás. Sería en general, un papel gubernamental de defensa de libertades.
Bajo estas consideraciones, ahora puede comprenderse mejor la causa por la que bajar tasas de interés para reanimar a la economía, o tener un gasto gubernamental que persigue lo mismo, son medidas equivocadas de cabo a rabo. Ninguna persona es un reloj que opere mecánicamente —ésa es la razón de fondo.
Nota del Editor
No puedo resistir dos tentaciones, una es hacer referencia a una columna que contiene el mismo tema en TCS. La otra es hacer una referencia a las leyes de la oferta y la demanda.
Creo que son ciertas y verdaderas, lo que contradiría las aseveraciones de Girondella, ante lo que deseo aclarar algo que siempre me ha inquietado: tener gráficas de oferta y demanda no significa que puedan hacerse con base en la realidad. Creo que cada persona tiene sus curvas personales y que ellas cambian de un momento a otro; que el principio general funciona, pero que tener gráficas que supongan conocerlas es absurdo. Son simples ayudan visuales que ilustran conductas razonables pero no sus detalles.
Libertad Ecuador:
ResponderEliminarTu blog ha recibido el "Premio 11 de Abril". Si deseas pasar a retirarlo en:
http://resistenciabucarecaracas.blogspot.com/
Un relojero al que se le apliquen esos criterios jamás propondría una rebolú-ción.
ResponderEliminarEstimado Blogger querìa pedir tu ayuda para difundir la Campaña de Fiscales Electorales de Pensamiento Independiente.
ResponderEliminarInsertando el logo de la campaña en tu Blog.
La dire de la campaña es fiscalesargentina.blogspot.com y ahí estan los datos logos y demás.
Un Gran Saludo